María Griselda: de hada a bruja

 


Alma Rosa Fernández Aguirre

 

 
 

 

Las hadas, las bellas hadas,

existen, mi dulce niña,

Juana de Arco las vio aladas,

en la campiña.

 

Rubén Darío

 

María Luisa Bombal escribe: “siempre hay que leer a los clásicos, sobre todo la mitología griega que es la base de la literatura (…) todas mis heroínas se inspiran en el mito de la Medusa” (Peña Muñoz, 2006, p. 258). Su obra refleja un entusiasmo por presentar personajes protagónicos femeninos que mantienen una estrecha relación con la naturaleza y con el mundo imaginario. Son mujeres generalmente atractivas, aunque su belleza sea extraña o inverosímil, jóvenes envueltas por un halo de misterio y de seducción. La mayoría de estos personajes manifiesta un lazo de unión muy fuerte con la música, el erotismo al contacto con el agua, los árboles, la vegetación. Se reconoce en su narrativa elementos tradicionales y sus relaciones con motivos folklóricos universales. Carolina Suárez Hernán señala algunos motivos y símbolos míticos primordiales: el cabello, los árboles, los bosques, las raíces, la belleza extraordinaria de la mujer, los animales, los temas bíblicos, los entierros especiales, los ojos verdes, el agua, la muerte O las almas en pena (Suárez Hernán, 2011).

En las cartas enviadas por la escritora chilena a Manuel Peña Muñoz se comprueba su interés por los temas mitológicos griegos, aunque también admite el gran impacto causado en su niñez por la literatura nórdica: lecturas de Hans Christian Andersen, Selma Lagerlöf y Knut Hamsum. Asimismo, por la novela María de Jorge Isaacs. Sin duda, la narrativa de Bombal se nutre en gran parte de la mitología griega, pero también toma algunos elementos clásicos de los cuentos de hadas. A su vez, incorpora temas en torno al amor y a la situación de la mujer latinoamericana, aunque esto lo hace desde una perspectiva real-maravillosa.1

En medio de todo lo anterior, Bombal hace renacer el mito de la Ninfa. Una figura que presenta varias dicotomías y que se relaciona con otros seres mitológicos y/o figuras zoomórficas como las erinias, las moiras, las parcas, las harpías, las sirenas, las musas, las hadas, las keres y desde luego la bruja. La ambigüedad o su doble naturaleza oscila entre los siguientes valores: divino-terreno, bello-fatal, juventud-inmortalidad, inocencia-crueldad, virginidad-fertilidad. Su naturaleza es fantástica y engañosa. Puede considerársele como una prolongación más de la naturaleza que convoca el simbolismo y las mitologías del agua.

En el relato “La historia de María Griselda”, la protagonista, María Griselda, puede ser identificada como una encarnación de la Ninfa. Pues es una mujer bella, joven y misteriosa. Todos los hombres quedan obsesionados con su imagen, convertidos en nymphólēptos, que significa «tomado, capturado, raptado por las ninfas» (Calasso 2008, p. 8). Tanto Alberto, Fred y Rodolfo son cazadores porque intentan descifrar el enigma de lo inaccesible. Sin embargo, quedan cazados por la presa porque todos terminan con sus vidas descompuestas, sujetos sólo a verla pasar y nunca tocarla.

Paula Labra (1997) distingue en María Griselda la representación de los valores ambivalentes de la Ninfa: bondad-maldad, y encuentra en el personaje la multiplicación de la figura mítica: amazona, medusa, hada y bruja.

El tema esencial es la belleza de la protagonista, pero también es importante conocer la fuente que la genera. En “La historia de María Griselda”, la belleza pasa de ser un valor positivo a ser la desgracia de todos, incluyendo a la protagonista.

El engaño de la ninfa, de la sirena, del hada y de la bruja, es el don de la hermosura. Nadie desconfía de un rostro hermoso. De forma tradicional se asocia la belleza con el bien o lo bueno. Es difícil que alguien espere que el mal venga de algo que es bello. Y esa es la trampa en la que cae tanto el cazador, el marino, el caminante, incluso el inquisidor.

El relato comienza como inician los cuentos de hadas infantiles. Se presenta a una mujer muy hermosa de la que todos están enamorados, pero, poco a poco, el lector descubre que el cuento de hadas se convierte en una tragedia sin final feliz. La belleza se une a otro valor: la fatalidad. La mujer bella se convierte, sin desearlo, en la bruja de la historia.

El símbolo de la belleza encuentra sus diferentes dicotomías: bondad-maldad, celestial-demoníaco, categorías donde entra la dualidad del Hada.

El origen de las Hadas se remonta a las Parcas romanas y éstas a las Moiras griegas. Su nombre viene de fata, lo cual significa destino o destinos. Las moiras generalmente son tres: Cloto que representa el presente, Láquesis, el futuro y Atropos, el pasado. Se les representa siempre hilando la vida y el destino de los hombres. “Cloto está hilando, Láquesis va midiendo y Atropos corta con sus tijeras que no tienen apelación” (Garibay, 2004, p. 251). Tanto las parcas como las moiras se remontan a su vez a las keres griegas, divinidades infernales, especie de walkyrias que se apoderan de los agonizantes en el campo de batalla y, según la Ilíada, también determinan la suerte o el destino del héroe.

 

La varita mágica

 

El hada irlandesa es la señora de la magia, “simboliza los poderes paranormales de la mente o las capacidades prodigiosas de la imaginación” (Chevalier 1993, p. 550). Es la mensajera de otro mundo y suele viajar en forma de pájaro o de cisne. Los cuentos infantiles retoman otra de las características emblemáticas: la famosa varita mágica. Tanto el anillo como la varita son las insignias de su poder. Se dice que por medio de estos objetos aprietan o deshacen los nudos del psiquismo. Algo parecido a lo que hacen las moiras griegas. Espíritus de las aguas y de la vegetación, aparecen casi siempre en las montañas junto a las simas, en la espesura de los bosques, al borde de una gruta, de un abismo, etc. La esencia del hada es sobrenatural, ya que su vida es continua y no discontinua como la del hombre y todo lo que vive sobre la tierra.

María Griselda interviene en el destino de la vida de los hombres y de las mujeres que se mueven a su alrededor. Gracias a su existencia provoca la ruina de su propio esposo, quien se consume en el alcohol y la rabia. También influye para que Silvia intente suicidarse con un tiro en la cabeza, consigue que Anita renuncie a su prometedor futuro para instalarse en medio de un lugar olvidado. Al estar todos pendientes de la figura de María Griselda, abandonan los hilos de sus vidas y ella los hala hacia la fatalidad como las moiras griegas.

Se dice que las hadas son mensajeras de otro mundo, que toman la forma de pájaro o de cisne, principalmente. María Griselda es comparada con ciertas aves. “¡Oh, mamá! ¿La ves? ¿La ves con su tez pálida y sus negros cabellos, con su cabecita de cisne y su porte majestuoso y melancólico, la vez vestida de blanco y con una dalia amarilla en el escote?” (Bombal, 1999, p. 180). En La amortajada, novela de la misma autora, se comparan sus piernas con las de una garza, interminables. Además, “era como si una golondrina afilada y sombría hubiese abierto las alas sobre los ojos (…) y permaneciera detenida allí en medio de su frente blanca” (p. 180). María Griselda se ostenta como una verdadera Ninfa que seduce a todo aquel que la ve. Es una Amazona porque es una mujer solitaria que huye de todos para hundirse en medio del bosque, de las montañas y de los ríos. Auténtica soberana de la naturaleza, conoce los caminos y no le dan miedo ni los ríos ni los insectos. Ella porta un poder:

 

Llevaba enfáticamente una flor amarilla en la mano, como si fuera un cetro de oro, y su caballo la seguía a corta distancia, sin que ella precisara guiarlo. Sus ojos estrechos, verdes como la fronda! ¡Su porte sereno, su mano pequeñita y pálida ¡María Griselda! La vio pasar. Y a través de ella, de su pura belleza, tocó de pronto un más allá infinito y dulce… algas, aguas, tibias arenas visitadas por la luna, raíces que se pudren sordamente creciendo limo abajo, hasta su propio y acongojado corazón (p. 179).

 

La flor amarilla es vista como el cetro de oro de la reina que es María Griselda o como la varita mágica del hada. En la flor se descubre su poder y su misterio. Mujer y flor se nutren de la magia y de los secretos de la naturaleza en equilibrio. Por eso su hermosura nunca puede desvelarse por completo, es como la naturaleza, cambiante según la hora, la estación, el clima, el lugar, etc. Por eso, quienes la ven, no pueden alejarse de ella, necesitan su presencia y las formas de su rostro y de su cuerpo que son como el espectáculo de una planta, del agua o del movimiento de las nubes.

 

La mirada de Medusa

 

La belleza de María Griselda es natural como el fluir del agua, pura y sin artificios. Silvia, a pesar de ser una mujer joven y hermosa, siempre se siente inferior a ella. Sus ojos azules dejan de gustarle y se llena de envidia por los ojos verdes de María Griselda.

No había nada más minucioso ni más complicado que una pupila, que la pupila de María Griselda. (…) Un círculo de oro, uno verde claro, otro de un verde turbio, otro muy negro, y de nuevo un círculo de oro, y otro verde claro, y… total: los ojos de María Griselda. (…) ¡Esos ojos de un verde igual al musgo que se adhiere a los troncos de los árboles mojados por el invierno, esos ojos al fondo de los cuales titilaba y se multiplicaba la llama de los velones! ¡Toda esa agua refulgente contenida allí como por milagro! ¡Con la punta de un alfiler, pinchar esas pupilas! Habría sido algo así como rajar una estrella… (p. 181).

 

Paula Labra distingue en esos ojos la mirada de Medusa, que petrifica tanto a los que la rodean como a ella misma.

Al verlos y verla quedan atrapados, débiles y los convierte en piedra porque ya no son dueños de sí (…) Quien ve los ojos de María Griselda se verá también a sí mismo, con toda su insignificancia y toda su vulnerabilidad (…) cada debilidad descubierta en los otros, recaerá directamente sobre ella, como si todos los seres, desde su oscura verdad, llevaran un espejo que no les permite arrastrarse en la desgracia sólo a ellos (p. 181).

Los ojos permiten tener una percepción del mundo. La mirada se convierte en la manera como se comunican tanto el que ve como el que es mirado. “Es el símbolo y el instrumento de una revelación” (Chevalier, 1993, p. 714). La mirada genera reacciones y revela cosas a dos que se miran. Según Chevalier, está cargada de todas las pasiones del alma, cuenta con un poder mágico y eficaz para expresar las órdenes interiores: mata, fascina, fulmina.

El hada encuentra su fuerza contraria en la bruja. María Griselda crea a su paso destrucción, nadie puede ser feliz, su mirada hechiza, pulveriza. Su belleza es inefable, infinita, sólo puede recordarles a los demás su inferioridad. La mirada de Medusa es signo de muerte. En el mundo islámico, el «mal de ojo» significa que alguien ha tomado poder sobre una persona o sobre una cosa. Se dice que el mal de ojo causa la muerte de media humanidad porque vacía las cosas y llena las tumbas. Las viejas recién casadas son consideradas con los ojos más peligrosos y son vulnerables a su mirada los niños pequeños, los varones casados, los caballos, los perros, la leche y el trigo.

La bruja es la antítesis de la imagen idealizada de la mujer. Fuerza oscura del inconsciente. En un principio enlazaba lo visible con lo invisible, lo humano con lo divino. Ha sido disfrazada de manera horrible y diabólica, y puede ser la degradación de otras figuras: las sacerdotisas, las sibilas y las magas druídicas. Desde la Edad Media es conocida como la servidora del Diablo. La mujer-sueño que es María Griselda se convierte en pesadilla, el hada en bruja, lo celestial en demoníaco. Su figura espumosa se torna difusa porque siendo dulce, bondadosa y linda se espera que produzca abundancia, alegría y esperanza. No es así. “Ahí estaba Alberto, amándola con ese triste amor sin afecto que parecía buscar y perseguir algo a través de ella, dejándola a ella misma desesperadamente sola. ¡Anita sufriendo por causa de ella! ¡Y Rodolfo también! ¡Y Fred, y Silvia!... ¡Ah, la pobre Silvia!” (Bombal, 1999, p. 182).

Además parece que su mismo sortilegio, lo inefable, la alcanza a ella. María Griselda no puede ser madre.

 

«¡Un hijo! ¡Si pudiera tener un hijo! ¡Tal vez al verla materialmente ligada a él por un hijo, el espíritu de Alberto lograría descansar confiado!... Pero, ¡no, parecía ya como si estuviese elegida y predestinada a una solitaria belleza que la naturaleza ―quién sabe porqué― la vedaba hasta de prolongar! (p. 182).

 

Al final del relato se conoce un poco más la “identidad” de la protagonista. Entonces se comprende su soledad, su desarraigo, el secreto de su esencia, su incapacidad para procrear:

 

Siempre, siempre había sido así, decía. Desde muy niña hubo de sufrir por causa de su belleza. Sus hermanas no la querían, y sus padres, como para compensar a sus hermanas toda la belleza que habían entregado a ella, dedicaron a éstas su cariño y su fervor. En cuanto a ella, nadie la mimó jamás (…) Y en su crueldad, ni siquiera el nimio privilegio de un origen visible parecía haber querido otorgarle el destino… Porque sus padres no se parecían nada a ella, ni tampoco sus abuelos; en los viejos retratos de familia, nunca se pudo encontrar el rasgo común, la expresión que la pudiera hacer reconocer como el eslabón de una cadena humana (p. 182).

 

En los ancestros de María Griselda no se reconocen rasgos que la unan con cadena humana alguna. Y esa es toda su desgracia: pertenecer a otra esfera. No puede ser comprendida por los mortales porque su esencia pertenece a lo sagrado, es por eso que en ella se reúne “¡la soledad, todas las soledades!” (p. 183).

 

Notas

 

1. Algunos estudiosos de la narrativa de Bombal, la sitúan en los orígenes del realismo mágico, ya que fusiona lo real y lo sobrenatural en insólitas imágenes líricas. También se señala la influencia que tuvo en las obras de escritores como Gabriel García Márquez, Isabel Allende y Juan Rulfo (Valero, 2003).

Bibliografía

 

BOMBAL, María Luisa. (1999). La última niebla, La amortajada y otros relatos. México: Planeta.

CALASSO, Roberto. (2008). La locura que viene de las ninfas y otros ensayos. Barcelona: Sexto Piso.

CHEVALIER, Jean y Gheerbrant, Alain. (1993). Diccionario de los símbolos. Barcelona: Herder.

GARIBAY K., Ángel María (224). Mitología griega. México: Porrúa.

LABRA, Paula (1997). “La belleza como maldición en ‘La historia de María Griselda’ de María Luisa Bombal”. Cyber Humanitatis, Revista de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile. http://web.uchile.cl/publicaciones/cyber/09/plabra.htm

PEÑA MUÑOZ, Manuel. (2006). “María Luisa Bombal: tres cartas inéditas, un prólogo y un posavasos”. En Ayer soñé con Valparaíso: crónicas porteñas, , Santiago: RIL editores.

SUÁREZ HERNÁN, Carolina (2009) Propuestas en la narrativa fantástica del grupo Sur (José Bianco, Silvina Ocampo, María Luisa Bombal y Juan Rodolfo Wilcock): la poética de la ambigüedad. Tesis doctoral. Madrid: Universidad Autónoma de Madrid.

VALERO, Juan, Eva Ma. (2003). “El desconcierto de la realidad en la narrativa de María Luisa Bombal”. Anales de la Literatura Española. No. 16. Pp. 241-260.